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PUCCINI-LA BOHEME (QUANDO MEN VEO SOLETA)


El 1º de febrero de 1896, un joven Arturo Toscanini dirige en el Teatro Regio de Turín el estreno de "La Boheme" de Giaccomo Puccini. Una partitura magistral para uno de los mejores libretos del campo de la ópera. Puccini encontró en este libreto el argumento ideal para sus inclinaciones y su capacidad. Cada detalle está descrito de manera magistral, la calidez de las melodías se enciende en un texto que simpatiza con los sentimientos humanos.
En un prólogo, los libretistas Giacosa e Illica atribuyen modestamente a Murger, a quien siguieron, los méritos del libreto. No se refieren con ello a la novela, sino a la versión teatral, que apareció en 1849. Pero en realidad cambiaron algunas cosas esenciales. El decisivo personaje de Mimi no aparece en Murger: sus características se reparten en el original entre distintas figuras femeninas. Inútilmente buscaríamos también un Rodolfo en Murger: allí se llama Jacques. El primer encuentro entre Rodolfo y Mimi (que en la obra de Murger se llama Francine) se produce de una manera diferente: no es el hombre el que encuentra las llaves y las oculta, sino la joven... De todos modos, La bohéme es uno de los mejores libretos del campo de la ópera.
Los dos libretistas se complementan de manera casi ideal. Giuseppe Giacosa (1847-1906) fue un poeta de bello lenguaje e imágenes poéticas, mientras que Luigi Illica (1859-1919) tenía talento sobre todo en la parte dramática, en la configuración escénica. Por lo demás, parece que la redacción del libreto fue bastante problemática, por lo que Giulio Ricordi, el editor y amigo de Puccini, tuvo que intervenir como conciliador.
Puccini encontró en este libreto el argumento ideal para sus inclinaciones y su capacidad. Cada detalle está descrito de manera magistral, la calidez de las melodías se enciende en un texto que simpatiza con los sentimientos humanos. Puccini supera el verismo con la melodía íntima; moderniza el romanticismo y llega al estilo que desde entonces será su característica inconfundible. Tenemos delante una partitura magistral en que gran cantidad de detalles maravillosamente logrados se une para configurar una totalidad magnífica. Como ocurre en las obras maestras, no hay un solo compás flojo: hay en cambio una serie de puntos culminantes que se han vuelto mundialmente famosos y muy populares. A ellos pertenecen las dos primeras arias de Rodolfo y Mimi («Che gélida manina» y «Mi chiamano Mimi»), el dúo que entonan ambos al final del primer cuadro, el vals de Musette, el cuarteto del cuadro tercero, que no tiene comparación por su atmósfera invernal y melancólica, y, después del dúo de Rodolfo y Marcel, la escena de la muerte de Mimi.
Puccini no dejó una autobiografía escrita. Pero hacia el final de su existencia contó muchas cosas sobre su vida a un joven amigo y admirador. En las descripciones de éste (Arnaldo Fraccaroli, Giacomo Puccini si confida e racconta, G. Ricordi, Milán, 1957) leemos el siguiente recuerdo de 1893: «Una tarde lluviosa en que no tenía nada que hacer, cogí un libro que no conocía: la novela de Henri Murger me golpeó como un rayo...». En seguida tomó la decisión de componer una ópera a partir del libro. En otoño del mismo año, 1893, Puccini se encontró en Milán con su viejo amigo Leoncavallo, el compositor de Pagliacci. Entusiasmado, contó al compañero de los años difíciles de juventud que estaba trabajando en una nueva ópera: una musicalización de la Bohéme de Murger. Leoncavallo pegó un salto y se puso a despotricar, no sólo porque estaba trabajando en el mismo tema, sino porque él mismo había llamado la atención de Puccini sobre aquel libro, pero Puccini no había mostrado interés por él. Puccini había olvidado el asunto, pues los comentarios de Leoncavallo no le habían causado ninguna impresión. En un instante, los amigos se convirtieron en enemigos. Comenzó la carrera por una ópera sobre la «bohemia». La ganó Puccini; su obra se estrenó en Turín el primero de febrero de 1896 y se difundió con mucha rapidez, a pesar de la fría acogida que tuvo. La ópera de Leoncavallo, que ostentaba el mismo título, se estrenó en Venecia, el 6 de mayo de 1897. Muy pronto cayó en el olvido. En la representación de la obra de Puccini dirigió la orquesta un joven que lo hizo de manera brillante. Fue leal al compositor hasta después de la muerte y 30 años después de La bohéme dirigió también el sensacional estreno de Turandot: era Arturo Toscanini.

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