Casi se podría decir que sólo en la hora de la muerte descubrió Jacques Offenbach lo que había creado. Su ópera "Los cuentos de Hoffmann" hace resplandecer con los colores más puros la exuberante alegría de su música. La inspiración melódica es en esta obra más fuerte que nunca; el trabajo armónico, más pensado y sutil. En esta obra, Offenbach es lírico, dramático y fantástico y en algunos momentos no puede por menos de ser cómico. Es muy serio, sensible, dulce, sensual, según lo necesite la escena.
La ópera Los cuentos de Hoffmann es una adaptación de Jules Barbier y Michel Carré de varios cuentos. Tiene tres actos, en los que se relatan distintos episodios amorosos del escritor Ernst T.A. Hoffmann. El primero tiene lugar con una muñeca mecánica, el segundo con la víctima del conjuro de un mago, y la tercera con una enferma moribunda. La historia comienza con un prólogo ambientado en una taberna. Entre las arias más famosas destacan, en el primer acto, Los pájaros en la alameda (o La canción de la muñeca); en el segundo, el dúo Bella noche, oh noche de amor; y en el último acto, La tórtola ha huido.
El 18 de mayo de 1879, Offenbach repartió invitaciones para un concierto privado: además de numerosos personajes eminentes, aparecieron los directores de la Opera Comique de París y de la Hofoper de Viena, los señores Carvalho y Jauner. En el programa había muchos números terminados de la ópera Los cuentos de Hoffmann. La obra pareció interesar mucho a ambos. Pero Offenbach no pudo terminarla. En agosto de 1880 describió a su hija los detalles de su actividad de compositor, de donde se puede concluir que a la ópera le faltaban todavía partes esenciales. Offenbach estaba muy enfermo y presentía su muerte. Cuando falleció, el 5 de octubre de 1880, la familia hizo saber que Los cuentos de Hoffmann estaban terminados y que había indicaciones detalladas para la orquestación que faltaba, pero esas afirmaciones han sido puestas en duda por las modernas investigaciones. De todos modos, la familia encargó a Ernest Guiraud (que en 1875 había compuesto los recitativos de Carmen) que dejara la obra «lista para representarse». Guiraud realizó un trabajo excelente. Y Les contes dy Hoffmann se estrenó el 10 de febrero de 1881 en la Opera Comique de París. De todos modos, Carvalho, el director musical y de escena, suprimió el acto de Giulietta por considerarlo «demasiado largo y confuso».
Pocos meses después, el 7 de diciembre de 1881, la obra se representó por primera vez en idioma alemán. Franz von Jauner, que había dejado de ser director de la Hofoper de Viena, en aquel momento ocupaba el cargo de director del Ringtheater de la misma ciudad, en el que la ópera de Offenbach fue representada y aplaudida con entusiasmo. La segunda representación se había fijado para la noche siguiente; aquel 8 de diciembre de 1881 se convirtió en uno de los días más aciagos de la historia del teatro. El Ringtheater se incendió durante la representación de Los cuentos de Hoffmann; hubo varios centenares de muertos. Durante mucho tiempo la superstición impidió las representaciones en el ámbito del idioma alemán. Luego, la obra también se impuso allí, aunque no con la misma fuerza que en el resto del mundo.
La celebración del centenario del fallecimiento de Offenbach provocó un verdadero diluvio de representaciones de esta obra, que a decir verdad no responde al modelo de la «offenbachiada», pero que sin duda es su obra más profunda y bella.
La ópera Los cuentos de Hoffmann es una adaptación de Jules Barbier y Michel Carré de varios cuentos. Tiene tres actos, en los que se relatan distintos episodios amorosos del escritor Ernst T.A. Hoffmann. El primero tiene lugar con una muñeca mecánica, el segundo con la víctima del conjuro de un mago, y la tercera con una enferma moribunda. La historia comienza con un prólogo ambientado en una taberna. Entre las arias más famosas destacan, en el primer acto, Los pájaros en la alameda (o La canción de la muñeca); en el segundo, el dúo Bella noche, oh noche de amor; y en el último acto, La tórtola ha huido.
El 18 de mayo de 1879, Offenbach repartió invitaciones para un concierto privado: además de numerosos personajes eminentes, aparecieron los directores de la Opera Comique de París y de la Hofoper de Viena, los señores Carvalho y Jauner. En el programa había muchos números terminados de la ópera Los cuentos de Hoffmann. La obra pareció interesar mucho a ambos. Pero Offenbach no pudo terminarla. En agosto de 1880 describió a su hija los detalles de su actividad de compositor, de donde se puede concluir que a la ópera le faltaban todavía partes esenciales. Offenbach estaba muy enfermo y presentía su muerte. Cuando falleció, el 5 de octubre de 1880, la familia hizo saber que Los cuentos de Hoffmann estaban terminados y que había indicaciones detalladas para la orquestación que faltaba, pero esas afirmaciones han sido puestas en duda por las modernas investigaciones. De todos modos, la familia encargó a Ernest Guiraud (que en 1875 había compuesto los recitativos de Carmen) que dejara la obra «lista para representarse». Guiraud realizó un trabajo excelente. Y Les contes dy Hoffmann se estrenó el 10 de febrero de 1881 en la Opera Comique de París. De todos modos, Carvalho, el director musical y de escena, suprimió el acto de Giulietta por considerarlo «demasiado largo y confuso».
Pocos meses después, el 7 de diciembre de 1881, la obra se representó por primera vez en idioma alemán. Franz von Jauner, que había dejado de ser director de la Hofoper de Viena, en aquel momento ocupaba el cargo de director del Ringtheater de la misma ciudad, en el que la ópera de Offenbach fue representada y aplaudida con entusiasmo. La segunda representación se había fijado para la noche siguiente; aquel 8 de diciembre de 1881 se convirtió en uno de los días más aciagos de la historia del teatro. El Ringtheater se incendió durante la representación de Los cuentos de Hoffmann; hubo varios centenares de muertos. Durante mucho tiempo la superstición impidió las representaciones en el ámbito del idioma alemán. Luego, la obra también se impuso allí, aunque no con la misma fuerza que en el resto del mundo.
La celebración del centenario del fallecimiento de Offenbach provocó un verdadero diluvio de representaciones de esta obra, que a decir verdad no responde al modelo de la «offenbachiada», pero que sin duda es su obra más profunda y bella.
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