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EL CLASICISMO


Fue una etapa del arte cuya principal característica era expresar la idea de perfección de la realidad. El Clasicismo reflejó al hombre como un ser armónico y a la humanidad como una sociedad ideal y sin problemas. Los representantes de este período fueron Gluck, Haydn, Mozart y el Beethoven de los primeros tiempos.

A fines del siglo XVIII en Viena se dio un episodio único en la historia de la música: se concentró un enorme despliegue de genialidad artística en un mismo lugar y época.

Los tres nombres de la escuela vienesa distinguen estas décadas como un período con nombre propio. Los tres fueron conocidos, coincidiendo en un tiempo apropiado para recibir a genios creadores como ellos. A pesar de haber cultivado a su manera todos los géneros, desde la música de cámara a la ópera y la sinfonía, cada uno quedó en la historia como paradigma de un aspecto: las sonatas y música de cámara de Haydn, las óperas de Mozart, las sinfonías de Beethoven.

Demostraron la pluralidad de personalidades trás de un mismo estilo, desde la paciencia y modestia del sorprendente Haydn, al virtuosismo precoz y la ingenuidad infantil de Mozart, para llegar al atormentado romanticismo incipiente de Beethoven. Tres genios que, como Bach y Haendel representaron el barroco tardío, son el ícono del clasicismo.

Franz Joseph Haydn

Nació en 1732 en Viena y su formación estuvo a cargo de Porpora. Pronto se vinculó con Gluck y Monn. Trabajó para muchos nobles europeos, como el conde Morzin de Bohemia, el príncipe Esterházy y su sucesor, el príncipe Nicolás. Es considerado uno de los precursores de formas como la sinfonía, la sonata y el cuarteto de cuerdas. Su estilo sirvió de transición entre el estilo sentimental del Sturtn und Drang con el recambio clasista, conociendo a las otras dos mayores figuras de este movimiento en circunstancias diferentes. A pesar de su juventud (24 años de edad) y la distancia generacional con Mozart, fueron amigos, no así con Beethoven. Su catálogo abarca 108 sinfonías, 68 cuartetos de cuerda, 47 sonatas para piano, 26 óperas y 4 oratorios, 14 misas, 2 Te Deum y un Stabat Mater.

Mozart

A los 35 años (1756 a 1791), Mozart empañó la obra de sus contemporáneos. Su naturalidad y espontaneidad fueron canalizadas por las enseñanzas de su padre Leopoldo, miembro de la capilla del arzobispo de Salzburgo, quien abandonó todo para preparar musicalmente a su hijo. Lo llevó por las cortes y ciudades europeas, regodeándose por su virtuosismo interpretativo y su genialidad creadora. Otros músicos que influyeron a Mozart fueron Johann Christian Bach y el Padre Martini de Bolonia. Su prolífico catálogo cuenta con más de 600 obras compuestas desde los seis años de edad. A los doce compuso la primera óperas. Luego se mudó a Viena, donde creó sus obras de madurez, con varios conciertos, cuartetos de cuerda, sinfonías y óperas como El rapto en el serrallo, Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, Cosi fan tutte y la opereta La flauta mágica. De las obras religiosas destacamos algunas misas y un Réquiem.


Beethoven


Nació en 1770 y fue el hijo de un cantante de la capilla del Elector de Bonn, alcohólico y violento, que al notar el talento musical de su hijo, le impuso un estricto régimen de estudios de piano. En Viena conoció a Mozart y luego a Haydn, que lo invitó a estudiar con él en Viena, adonde fue en 1792. Pero Beethoven, con su genio indómito y rebelde, buscaba la originalidad en la creación musical, por lo que acudió a nuevos profesores y nobles que lo apoyaron. Comenzó su sordera, por lo que en 1812 al borde del suicidio redacta el “Testamento de Heiligenstadt”. Perfeccionista, corrigió sus manuscritos reiteradas veces, por lo que su catálogo de obras no es abundante como podría. Su estilo sinfónico influyó a las generaciones siguientes de compositores y se proyectó hasta el siglo XX.