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EL BARROCO (I)


En música, el Barroco señaló un período de gran desarrollo del arte vocal e instrumental, de obtención de armonías más complejas y mayor profundidad de las formas y el sentimiento. Los reyes, los príncipes y otros miembros de la nobleza trataban de superarse unos a otros por la pompa y la exhibición. Los más acaudalados tenían sus propias orquestas y un compositor residente.

Más allá de difundir la ópera, el barroco fue testigo de algunos de los mejores ejemplos de música puramente instrumental de la historia, entre los que encontramos las obras para teclado (órgano o clave). De los principios del período destacaron el italiano Frescobaldi y el holandés Sweelinck, en tanto que en Francia dominaron el clave y se destacaron Chambonniéres, D'Anglebert y fundamentalmente Francois Couperin. Asimismo Titelouze, Grigny y Daquin sobresalieron ejecutando el órgano. Luego encontramos la presencia de Sweelinck en el norte de Alemania con la obra de Weckmann, Reinken y, en especial, Dietrich Buxtehude (que influyó en J. S. Bach a su vez), Bohm y Lübeck, mientras que en el sur del país descubrimos a Scheidt, Froberger y Pachelbel. Algunos de los compositores instrumentales más célebres de este período fueron Telemann (precursor del clasicismo), Keiser, Mattheson y Hasse.

En Francia, entre Lully y Rameau, apareció una serie de compositores que cultivaron un arte operístico de tinte italiano. Por otro lado, los maestros de capilla seguían componiendo obras religiosas.
Entre el final del siglo XVII y principios del XVIII los creadores que se destacaron fueron Charpentier, Colasse y Desmarets, que se exilió en España.

Un creador brillante de la época, Campra, rechazó el estilo cargado de Lully proponiendo naturalidad a las óperas. Compuso también óperas-ballets como Las Fiestas Venecianas. Otros compositores de renombres fueron Michel Pinolet de Montéclair, André Cardinal Destouches, Gervais, Colin de Blamont y Mouret.
Junto a la ópera, en Francia se reconoce la influencia de las cantatas italianas, a las que los compositores locales sumaron sus propias experiencias, canciones que dieron origen al vodevil como género.
Esta forma musical evolucionó desde la música de cámara hasta alcanzar las dimensiones de un montaje operístico.

En el siglo XVIII, los compositores italianos desarrollaron tanto la ópera como la música sacra. Así como la cantata italiana se parecía a una ópera de concierto, la ópera se convirtió en una especie de cantata escenificada. La producción creció sin límites y con cada representación se renovó el interés por un género del que no existía un repertorio a repetir en varias ciudades (como sucedió en los inicios de la ópera), porque los teatros insistían con montar novedades.

Por eso se valoraba mucho a los compositores prolíficos, capaces de crear tres o cuatro óperas por año.
Para ello, utilizaban música compuestas con anterioridad y les daban un texto nuevo.Era mínima la armonización, casi no existía la polifonía y abundaba la improvisación, aunque resaltando el bel canto de divos y divas.Los textos fueron banalizados y, a pesar de su decadencia, la ópera italiana conquistó Europa.