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BEETHOVEN-1ª SINFONIA (4º MOVIMIENTO)

Es casi seguro que la Primera Sinfonía de Ludwig van Beethoven fue comenzada en 1799 y que, en todo caso, fue terminada a principios de 1800, ya que su primera audición tuvo lugar en Viena, en el Hoftheater, el 2 de abril de 1800, bajo la dirección del compositor, que tenía entonces treinta años. Parece ser que la acogida fue contradictoria y que hubo entusiasmo e indig­nación. Sin embargo, en lo esencial, esta Primera Sinfonía no se dis­tingue nada de la producción corriente en la época, cuyas obras maestras eran las de Haydn y Mozart. En este «adiós al siglo XVIII», el corte sigue siendo tradicional y la orquesta típicamente haydiana. Sin embargo, hay algunas particularidades que re­velan ya el genio beethoveniano, a punto de afirmarse, una singularidad compuesta de muchos detalles que chocarían sin duda a los primeros auditores. La obra fue dedicada al barón Gottfried van Swieten, distinguido amante de la música (tradujo para Haydn los textos de La Creación y Las Estaciones) y fue en Viena uno de los primeros protectores de Beethoven.
El primer movimiento, Adagio-Allegro con brío, se inicia con una introducción lento —adagio, cuya inesperada particularidad es comen­zar con un amplio acorde disonante y no prorrumpirá realmente hasta la exposi­ción del tema principal del Allegro. El primer tema es imperioso y de factura rítmica. Lo dan los violines en su registro grave con un martilleo un poco áspero, al que sigue inmediatamente un segundo tema melódico de una elegancia casi mozartiana, el oboe y la flauta se responden en imitación. Este segundo tema variará y con­ducirá a un fortissimo y a una modulación en menor para finalmente repetir da capo, concluyendo la exposición con el primer tema.
El desarrollo es bastante largo. En él destacan, entre ciertas audacias de escritura, las sombras y medias tintas introducidas por grandes acordes de los violines y el diálogo incesante de los grupos instrumentales sobre motivos rítmicos o melódicos nacidos de los temas anteriores. Son elementos del tema inicial los que se repetirán hasta el fin sobre una serie de acordes fortissimo.
El Andante cantabile con moto tiene forma de sonata sobre el modelo haydiano, también con dos temas. Esencialmente lírico, evo­luciona de una serenidad casi objetiva —primer tema en los segundos violines re­tomado en una imitación canónica por las violas y los violoncelos y después por los fagotes y los contrabajos— hacia una especie de gracia afectada y después hacia una efusión cuya expresión se convierte en pulsional. Los timbales —pianissimo—, dan un pedal rítmico sobre el que or­namentan en tresillos las flautas y los primeros violines. La pri­mera parte termina con esos timbales, de los que decía Berlioz que eran «el pre­ludio de los efectos conmovedores que Beethoven produjo más tarde con ayuda de este instrumento, poco o mal empleado por sus predecesores». Repetición da capo y después desarrollo con el ritmo de los timbales sos­tenido en fortissimo por la cuerda y los fagotes. Vuelta a los timbales en pianissimo, y, después, del tema inicial, que llevará a la conclusión.
El tercer movimiento, Menuetto, allegro molto e vivace, seguramen­te es el más original. Es verdad que Beethoven lo ha llamado minueto si­guiendo la más pura tradición de la escuela de Mannheim, pero ahí existe ya un verdadero scherzo beethoveniano reemplazando al antiguo minueto de Haydn o Mozart, en un tiempo más vivo, además. El tema de partida, con su ritmo lleno de impaciencia, su progresión dinámica, su poderosa concentración, merece citarse: Allegro molto e vivace, modulación inmediata a Si bemol menor que llevará a la repetición del tema del Menuetto. Trío central sobre bellos acordes de los instrumentos de madera, repi­tiendo el Do mayor, con rasgos rápidos en los violines (ejemplo ya característico de crescendo por la añadidura de sucesivos instrumentos). Repetición del Menuetto que lleva a la conclusión.
El Finale está marcado como Adagio-allegro molto e vivace. Aquí es la entrada breve del Adagio la que manifiesta cierta originalidad. Se trata de una escala de Do, repetida cinco veces antes de terminar, ganando cada vez un grado; serie de «falsas salidas» de un efecto muy notable. Finalmente, salta el primer tema del Allegro en notas picadas y repetidas, como si estuviera feliz de tener la libertad difícilmente conquistada. El segundo tema, en Sol mayor, es cantado por los bajos antes de llegar a un diálogo sincopado entre las maderas de una parte y los metales de otra. Desarrollo fundado en el primer tema, fragmentado; finalmente, en un pia­no súbito, la reexposición repite casi sin cambio los compases de obertura y acaba con una coda de las trompas y los clarinetes en fanfarria, seguido de réplicas, de la cuerda y las maderas alternando, en fortissimo. Un movi­miento corto que, en resumen, sólo mira la forma de concluir brillantemente, sin desmerecer del espíritu de sencillez franca y luminosa que anima toda la obra.

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